Es tiempo
de llorar mariposas
para que las mañanas no acumulen
más lágrimas en los cristales empañados por la niebla.
Tiempo de desbancar
esperanzas frustradas en las noches
que reverberan gritos de auxilio,
de definir
el final de los besos y de las risas,
de remover
el vacío que se estremece en los días.
No es tiempo aún
del suicidio de los ángeles
que han ido tropezando
en los interminables murallones de un río
que fluye pausado hacia la voz callada,
la palabra oculta,
la mirada triste.
Tiempo de amarillos y rojos
en la esperanza estéril,
de verdes sin camino,
de madrugadas que difuminan oscuros
desiertos y ojos sin mareas.
Tiempos en los que la desidia
sucumbe a la fe y al amor.
martes, 10 de marzo de 2009
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