Confieso que he cambiado los ojos de mis días.
Hoy los dejos mirar incertidumbres a lo ya conocido,
les digo que no deben seguir a punto el Norte
y mucho menos el Sur que habitan los espejos
ni lo izquierdo al Oeste que marca paralelos,
tampoco han de ajustarse a un Este
sobre el eje de las constelaciones.
Los ojos de mis días deben vivir al margen
de lo que ya es sabido por magos y filósofos
o aquellos que recuerdan como leerle a las cosas antiguas
que caminan los cielos o las cúpulas,
sus secretos de aparentes ausencias
porque sus soledades saben estar a solas
sin que hayan manos que puedan contener
el tamaño del éxodo al oído o la traquea.
Lámparas y campanas despiertan una porción a los sentidos
y evaporan la otra mitad que los contiene,
allí no existen los lugares para guardar memorias,
allí se coexiste sin retener imágenes
y el olfato es la única estructura que puede
definir las retinas a esferas de una palabra o nombre,
a juegos sobre el párpado que ciego se desdobla
y para recordarte te disuelve y te suelta
para al fin recogerte detrás de lo que pudiese
llamarte a la apariencia de lo que crees que eres.
lunes, 4 de julio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario